Cuidado de la Piel
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Cuando se produce algún tipo de lesión cutánea, ya sea una herida, quemadura o cirugía, se inicia el proceso de cicatrización, que tiene como objetivo restaurar la integridad de los tejidos. Es importante conocer los pasos a seguir para favorecer la cicatrización en función del tipo de herida. En determinadas ocasiones, la piel requiere la aplicación de productos que ayuden a la regeneración de los tejidos y faciliten la cicatrización.
El acné es una de las enfermedades dermatológicas más comunes. En general, se inicia al llegar a la adolescencia, y afecta por igual tanto a hombres como a mujeres con intensidad variable. Suele desaparecer de forma espontánea a partir de los 20 años, pero puede persistir durante bastantes más.
Se estima que el acné afecta al 85 % de la población adolescente. Aparece principalmente en la cara, a veces también en el tronco, la espalda y en los hombros, zonas en las que el número de glándulas sebáceas es elevado. Las lesiones típicas del acné tienen lugar en el folículo pilosebáceo: se inicia con comedones, cerrados o abiertos (espinillas), que pueden evolucionar a pápulas y pústulas (granos), nódulos y, en los casos más severos, a quistes.
Dichas lesiones pueden tratarse de forma tópica, oral o quirúrgica en función de la gravedad, valorada por la presencia de cicatrices, y los efectos psicológicos que puedan producir.
En ocasiones, la piel de la cara requiere cuidados específicos, como en el caso de la rosácea, enfermedad inflamatoria crónica que se caracteriza por un enrojecimiento facial.